La arquitectura se encuentra presente de manera muy especial en la  literatura, puesto que nuestra imaginación se estructura asociada al espacio, ligada a un lugar. El simple hecho de nombrar edificios, ciudades o lugares provoca imágenes en el lector, construcciones mentales que funcionan como escenarios del relato. Todos recordamos algunos de estos mundos poéticos como las cárceles de Piranesi, la caverna de Platón, el laberinto de Minos, las moradas de Santa Teresa, el Danteum de Terragni, los infinitos hexágonos de la biblioteca de Babel y la caótica y laberíntica ciudad de «El inmortal» (ambas de Borges) o las Ciudades invisibles de Italo Calvino.

Todas ellas son escenarios ficticios que se sitúan exclusivamente en el espacio de lo imaginario. La potencia ve una descripción literaria y su capacidad de sugerencia dependerá de si el lector puede dar forma en su mente (incluso, recorrer con su mirada) el territorio que enmarca el relato. Entendemos el texto como una estructura 
tridimensional espaciotemporal repleto de formas que sólo pueden ser inventadas a través del manejo del encuadre, la composición de la imagen, la proporción, la luz y el color.

Se les plantea a los estudiantes del CEU construir lugares en su imaginación, ser capaces de recorrer territorios inexplorados y finalmente grafiarlos. Los alumnos trabajan desde el recuerdo, extrayendo imágenes de su interior. Imaginan, y construyen narraciones gráficas activando procesos mentales similares a los que intervienen al elaborar un proyecto arquitectónico. Estos procesos mentales potencian el pensamiento abstracto del alumno, y a su vez éste se familiariza con conceptos arquitectónicos como el lleno y el vacío, lo denso y lo ligero, lo estático y lo dinámico, el equilibrio, la composición, el color, la materia o la textura, entre otros.